No es la primera vez que hablo de
Enrique Santamaría, que mi humano considera amigo, y que también se atreve a
escribir historias. Ya lo hice aquí en
su momento. Pero ahora debo insistir en recomendarlo y
hasta elogiarlo, siempre dentro de las limitaciones felinas para estos
sentimientos. El dignarme a recomendarlo se debe a que es un justo ganador del
XXV premio Nostromo, que no es poca cosa y que... no, culturetas de salón, no
tiene nada que ver con una nave de carga con Alien pasajero, sino con el
ilustre Joseph Conrad y las aventuras marinas.
Porque si hay una aventura de
navegación que merezca ser novelada es la de Elcano, Magallanes y el resto de
audaces que se atrevieron a llegar a las Molucas por donde nadie había ido y,
como añadido de postre, descubrir un paso entre el Atlántico y el Pacífico y
dar la primera vuelta al mundo. Tal historia, con todos sus recovecos políticos
y económicos, nos la narra con inteligencia Enrique en esta novela, donde caben
las ambiciones políticas de los poderosos, la soberbia de la nobleza, la lucha
por las rutas comerciales entre España y Portugal, el afán de exploración de
marinos curtidos, romances exóticos, crueles venganzas, conspiraciones de
camarote, batallas navales y decenas de personajes con historia propia
que giran alrededor de una saga familiar que se extiende mucho más allá del
famoso viaje y que es narrada con todo lujo de detalles. Más que una biografía,
esta novela es la descripción de una época determinada, las primeras y locas
décadas del XVI, que cambiaron la mirada que se tenía del mundo, aunque no el
orden establecido, que siguió sujetando el mango de la sartén.
La novela demuestra, a
simple vista, un duro trabajo de investigación en las fuentes de la época y el
personaje principal. Después de todo, Enrique sabe lo suyo de historia
económica, como ya lo dejó de manifiesto en sus novelas romanas, y también sabe
describir sus vericuetos sin caer en digresiones académicas que rompan la
lectura, que de esos hay muchos y muy famosos.
El único pero que le pongo
a la obra es la falta de algún mapa, que no es que abunden los geógrafos entre
los lectores, y, sobre todo, la falta de un personaje felino, totalmente
imprescindible en aventuras marinas, terrestres o espaciales. Joder, es que no
aparece ni un personaje acariciando a uno de mis congéneres.
Ya se van
apurando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario