miércoles, 11 de abril de 2018

Un incendio que da para mucho



 El que dice llamarse mi amo tiene sus manías, en su caso históricas, como otros humanos las tienen con objetos y lugares, de los cuales no paran de dar la tabarra y que solo la continua experiencia de caras aburridas los va frenando, con el paso de los años, de seguir siendo unos pesados.

 Una de las manías de mi humano es la época neroniana, de la cual se pone a leer todo lo que sale, sin prejuicios, por puro gusto. En este caso, es el "Arde Roma" de Stephen Dando-Collins. Un escritor peculiar, sin formación académica, que tanto escribe sobre las legiones romanas como la historia infantil de un perro en la guerra de Afganistán (canes, ¡ag!). No se corta con nada.

 Su prosa divulgativa tiene ritmo, explica bien los ambientes y la situación política de los años finales de Nerón, a partir de la muerte de su madre. El famoso incendio y la portada no es más que el truco publicitario para hablar de esos años, ya que el fuego se limita a un solo capítulo del libro. Pero no te sientes engañado, porque desde el principio todo fluye con un agradable tono de documental y el incendio no deja de ser un tema que determina los años finales del emperador, que son contados con detalle. Además, es conocedor de los últimos ensayos sobre el emperador, pues reniega de la leyenda del loco cruel tocando la lira basada en Tácito y Dión Casio (y algo menos en Suetonio), que ya está totalmente desacreditada.

Desde luego, Nerón no era un santo, pero tampoco un citarista sádico y paranoico. Era culto, buen poeta, que hasta Tácito lo reconoce, muy tolerante con las críticas y las sátiras de su gobierno, hasta se reía de la originalidad de algunas, y solo mandó ejecutar a conspiradores demostrados. Solo se pueden achacar a su deseo los asesinatos de Británico (su único rival al trono) y el de su madre (con un carácter psicótico que él conocía mejor que nadie). Sin embargo, su liberal y megalómana forma de vida, el desprecio al Senado y su búsqueda continua del cariño plebeyo eran demasiado para la conservadora élite política de Roma. Por otra parte, los "virtuosos" enemigos del emperador y sus conjuras también son despellejados en sus defectos: Pisón es un vanidoso cobarde y Trásea un pedante insoportable que parece buscar la condena. Séneca no se salva tampoco, por hipócrita y manipulador.

Pero Dando-Collins patina cuando se las intenta dar de historiador original. Se nota su falta de método académico. La Historia no es, simplemente, suponer cosas. Defiende que los cristianos no fueron acusados del incendio, sino que realmente fueron los seguidores de Isis y que las fuentes están cambiadas por cristianos posteriores para darse el ¿mérito de ser acusados? Se basa en que hacia poco Nerón había abandonado ese culto después de tontear con él, que era un culto muy despreciado (aquí se equivoca) y que los acusados fueron ejecutados con métodos que parecen burlarse de los seguidores de Isis: antorchas humanas nocturnas, como la luz divina en la oscuridad, y devorados por perros, su animal sagrado. Por esa regla, supongo que los acusados también podían haber sido los seguidores de las barbacoas nocturnas y los amantes de la caza con setter inglés. Menuda rayada mental.

Pero quitando esos momentos de alucine teórico, la obra es un buen ejemplo de divulgación histórica. Un estupendo retrato de una época loca y exagerada. Solo falta un capítulo sobre los gatos romanos.