miércoles, 23 de febrero de 2022

En la ventana

 



 Otro año más y sigo igual de vago. Me pongo junto a la ventana y contemplo la calle durante horas de meditada observación. Mi humano, triste figura, sigue liado con sus manías, filias y escritos varios. Es un caso perdido, ajeno a la verdadera comprensión de las cosas que ofrece un cristal entre tú y el resto del mundo. 

 Un cristal te aisla del frío, te permite distanciarte de lo que ves sin perder ningún detalle y deja que el sol te caliente la cara (cuando el sol aparece, que por aquí es difícil).  Así que una ventana te da casi de todo. No se puede pedir más de la vida, aparte de una lata de atún y pechuga de pollo bien troceada. El resto son deseos innecesarios.

 Sin embargo, los humanos nunca comprenderán la oportunidad que les brinda una ventana, se lían en tonterías, anclan la vista a paredes luminosas que llaman pantallas y piensan que lo que ven es la realidad. Incluso se cabrean porque lo sea, como si fuera una condena inevitable. Bueno, tampoco se puede pedir mucho de unos bípedos despeluchados, porque ya es un logro que comprendan su inferioridad y nos traten como seres a un nivel inalcanzable.

Ahora que estoy viendo al perro del vecino... sí, hay cosas más tontas que el ser humano.