miércoles, 27 de mayo de 2020

El Sol Desnudo





 En estos días de aislamiento entre humanos y donde pararse para hablar en la calle suena a pecado, no hay nada como una novela que nos presenta una sociedad donde la gente tiene asco de estar en grupo, tocarse entre sí y ni siquiera desea verse de cerca... a menos que sea por hologramas. Si además hay un asesinato por medio y una estructura semejante a las novelas de Agatha Christie, donde el lector recibe todos los datos en los primeros capítulos para que tenga la oportunidad de resolver el crimen antes del final, entonces tenemos una bien amalgamada historia de misterio y estudio social.

 Asimov pertenece, y se puede decir que lidera, a la era clásica de la Ciencia Ficción americana, que va de los 50 a los 70, y esta es una de sus novelas más peculiares y entre las más conocidas en su prolífica carrera, que pertenece a sus historias de robots, que junto con la saga de La Fundación son sus obras más destacables.
 Todo empieza cuando ocurre un asesinato en el planeta Solaria, una colonia humana donde solo viven 20.000 personas solitarias, alejadas unas de otras por amplios espacios y servidas por un ejército multitudinario de robots parcos en palabras, que hacen las tareas rutinarias, mientras los solarianos se dedican en sus enormes latifundios a la ingeniería robótica, el arte abstracto y al diseño de sus descendientes, de manera que no tengan que juntarse para el asqueroso y repulsivo acto de reproducirse. Todos los solarianos desde que nacen son criados, educados y mantenidos por solícitos robots. El contacto social con otros humanos es visto con profundo desprecio, teñido de un silencioso miedo que llega al asco. Yo, como gato, apruebo este argumento con sonoros aplausos.

 Así que cuando ocurre un asesinato, surge una verdadera conmoción. Porque no ha podido ser uno de los millones de robots del planeta, ya que nunca infringen las tres leyes de la robótica, la primera de las cuales prohíbe matar humanos. Así que ha tenido que ser un solariano, por absurdo que parezca.
 Para resolver este inconcebible misterio llegan desde la primitiva y promiscua madre Tierra, llena de gente que se toca, habla de cerca y hasta se besa, el detective Elijah Baley y su compañero robot R. Daneel Olivaw, que comenzarán una ardua investigación entre los distantes y esquivos solarianos.

 Pero el Sol Desnudo no es solo una novela de crimen y misterio en un mundo futurista, o más bien, alternativo a la Tierra. En esta novela, Asimov deja a un lado su probada habilidad para ofrecer entretenimiento y aventura espacial, propio la Ciencia Ficción americana de su época, y se pasa al estudio de una sociedad humana tecnificada, hasta el extremo de abandonar el contacto social y adorar el aislamiento autista de sus miembros como cumbre y meta de la civilización.
 Más de una vez el lector podrá hacer inquietantes paralelos entre los aislados solarianos y nuestro momento actual, y no solo me refiero a la pandemia.

  Pero aparte de todo esto, la novela también es una historia de amor, única y original en la literatura, entre un personaje agorafóbico, que no soporta los amplios exteriores de Solaria, y otro obsesivo-compulsivo, que no soporta ser tocado, los cuales protagonizan una de las escenas finales más logradas de la historia de la ciencia ficción.

Verán como es difícil de olvidar la frase que da origen al título:
"Vio como sus rayos bañaban hasta el último rincón de la ciudad, los rayos del sol desnudo"

 Me recuerda mis siestas en la terraza.