martes, 2 de agosto de 2022

Romanos del tercer milenio

 



 Ya dije en otras ocasiones que a mi humano le gusta vestirse de romano y yo no voy a criticar sus gustos y manías, porque las hay mucho peores para uno mismo y los demás. Por otra parte, el mundo de la reconstrucción histórica es difícil de comprender, tanto si eres un profesional de la materia o un simple aficionado que devore dramas históricos, ya que, en esencia, no es más que una variante del romanticismo, una forma de sensibilidad. 

 No me estoy refieriendo a las empresas de espectáculos "históricos", que buscan ganarse la vida con shows teatrales, las cuales están en su derecho de imitar a Ben-Hur, Gladiator y otros éxitos de Hollywood porque es lo que demanda la gente en una fiesta popular de "temática histórica", de las que cada vez abundan más en nuestro país. Viven de ese público y se esfuerzan en agradarlo. Además, muchos lo hacen mejor que sus fuentes de inspiración. 

  El problema, que siempre es el mismo en las aficiones de nicho, es que muchos usan a otros para ganar dinero o alimentar su ego. Suele ser ambas cosas a la vez. De ahí los numerosos eventos recreadores anuales, que se las dan de serios, donde participan asociaciones "sin ánimo de lucro", que no son más que chiringuitos de grupos locales, siempre dirigidos por los mismos, de escasa proyección más allá de la calle mayor del pueblo, que recrean a su gusto una época y bajo monopolio subvencionado.

 Pero siempre habrá recreadores que no busquen espectadores, eventos propios, subvenciones locales, cicatrizar sus egos, ni fotos en el periódico local; recreadores que solo quieran vivir y sentirse en otra época, pese a que no sea más que una ilusión pasajera teñida de melancolía. Como los de la foto de arriba, que fueron a plantar sus tiendas legionarias en los restos del campamento romano de Aquis Querquennis, en Orense.

 Lejos de lo moderno cotidiano, los recreadores de las tiendas de la foto intentan palpar, al menos en sueños, los fantasmas de la antigüedad que evoca el lugar, en un paisaje que recuerda un mundo perdido bajo las olas del tiempo. En este caso, olas muy literales, ya que está cerca de un pantano moderno, que, cuando se llena en invierno, inunda parte del campamento. Toda una alegoría.

 Es probable que estos recreadores, en la oscura noche del campamento milenario, sintieron que los siglos se volvían un solo ayer y se acercaron, más que nadie en el tiempo, a los habitantes de un imperio que ya solo es piedra de ruinas. Es probable, sí, y envidiable. 

En fin, la humanidad siempre sueña, pero pocos viven sus sueños. Los recreadores de esas tiendas de la foto lo hacen y son afortunados. Quizá por eso muchos los llaman friquis.