“Señores emperadores, reyes, duques y
marqueses, condes, hijosdalgo y burgueses y gentes que deseáis saber las
diferentes generaciones humanas y las diversidades de las regiones del mundo,
tomad este libro y mandad que os lo lean…”
Así comienza una de las obras que más han
inspirado a los exploradores desde la Edad Media hasta hoy. El libro de
cabecera de Cristóbal Colón, la obra escrita por uno de los viajeros más
famosos y embaucadores de la Historia, dictada entre las paredes de una celda.
Allí acabó
nuestro comerciante veneciano, maese Marco Polo, cuando fue apresado en la mar
por los eternos enemigos de Venecia, los genoveses. Si no fuera por este
arresto y el tiempo que pasó preso el eterno viajero, dictando sus
aventuras para pasar el rato a su compañero de celda, Rustichello de Pisa, quizá
nunca conoceríamos su viaje al lejano oriente y las maravillas que vio “que no pueden dejarse en silencio.”
Marco Polo le
habla al asombrado Rustichello de la patria de los tres reyes magos de Oriente
y de sus tumbas con los cuerpos todavía incorruptos de Gaspar, Melchor y
Baltasar; escucha las voces de espíritus que lo llaman en la noche silenciosa
del desierto de Takla Makan; nos describe el maravilloso palacio móvil de
Kublai, hecho de bambú, con su extenso jardín cerrado lleno de árboles, flores,
fuentes y animales exóticos para disfrute del gran señor; de la espléndida
corte que le acompaña, compuesta por nobles, soldados, sabios, monjes y magos… de
las cacerías del Gran Kan, que no se acompaña de perros, sino de una manada de
tigres.
Informa al público europeo de la magnificencia
de la ciudad mítica, Xanadú, nombre que a partir de este momento se convertirá
para la cultura occidental en sinónimo de esplendor y opulencia. Nos habla de
los bacsi, los monjes budistas que dominan la corte del gran Kan y que en los
suntuosos banquetes ofrecidos por el emperador usan técnicas de telequinesia
para acercar la copa de vino o los manjares a la boca de su señor: camareros concentrados,
desplazando objetos con su mente. ¿Magia pura o simple imaginación del autor?
Da igual, todo lo que cuenta es fascinante, evocador y apasionado. Los 20 años
de su viaje y estancia en Oriente son un continuo desfile de asombro y
maravilla, ¿Quién somos para llamarlo mentiroso?, ¿Acaso importa? Marco Polo curiosea y pregunta por todo, y su mente, medieval todavía, reinterpreta el
mundo como un cuento de fantasía.
Marco Polo, en el fondo, es muy gato.