lunes, 27 de junio de 2022

Elkano, de Enrique Santamaría

 


No es la primera vez que hablo de Enrique Santamaría, que mi humano considera amigo, y que también se atreve a escribir historias. Ya lo hice aquí en su momento. Pero ahora debo insistir en recomendarlo y hasta elogiarlo, siempre dentro de las limitaciones felinas para estos sentimientos. El dignarme a recomendarlo se debe a que es un justo ganador del XXV premio Nostromo, que no es poca cosa y que... no, culturetas de salón, no tiene nada que ver con una nave de carga con Alien pasajero, sino con el ilustre Joseph Conrad y las aventuras marinas.

Porque si hay una aventura de navegación que merezca ser novelada es la de Elcano, Magallanes y el resto de audaces que se atrevieron a llegar a las Molucas por donde nadie había ido y, como añadido de postre, descubrir un paso entre el Atlántico y el Pacífico y dar la primera vuelta al mundo. Tal historia, con todos sus recovecos políticos y económicos, nos la narra con inteligencia Enrique en esta novela, donde caben las ambiciones políticas de los poderosos, la soberbia de la nobleza, la lucha por las rutas comerciales entre España y Portugal, el afán de exploración de marinos curtidos, romances exóticos, crueles venganzas, conspiraciones de camarote, batallas navales y decenas de personajes con  historia propia que giran alrededor de una saga familiar que se extiende mucho más allá del famoso viaje y que es narrada con todo lujo de detalles. Más que una biografía, esta novela es la descripción de una época determinada, las primeras y locas décadas del XVI, que cambiaron la mirada que se tenía del mundo, aunque no el orden establecido, que siguió sujetando el mango de la sartén.

 La novela demuestra, a simple vista, un duro trabajo de investigación en las fuentes de la época y el personaje principal. Después de todo, Enrique sabe lo suyo de historia económica, como ya lo dejó de manifiesto en sus novelas romanas, y también sabe describir sus vericuetos sin caer en digresiones académicas que rompan la lectura, que de esos hay muchos y muy famosos.

 El único pero que le pongo a la obra es la falta de algún mapa, que no es que abunden los geógrafos entre los lectores, y, sobre todo, la falta de un personaje felino, totalmente imprescindible en aventuras marinas, terrestres o espaciales. Joder, es que no aparece ni un personaje acariciando a uno de mis congéneres. 

 En fin, quitando esa falta casi imperdonable, nos encontramos ante la mejor novela del autor y una digna premiada que debe estar en la biblioteca de cualquier amante de las gestas marinas.

 Ya se van apurando.

Enlace a la obra