lunes, 6 de julio de 2015

Publio Vitelio Longo y la fábrica de dinero


 Aquí me hallo, bajo el sol terracero por fin. Esta verano, con un buen libro en mis manos. El autor es amigo de mi amo, lo que en principio me olió a augurio nefasto, anunciador de historias soporíferas. Luego mis bigotes temblaron al ver que el libro había sido dedicado y firmado por el autor para mi amo. Entendí que solo alguien fuera de sus cabales, un tarado, quizá también amenazado de muerte, haría algo tan absurdo y sonrojante.
 Por lo que no pude resistirme a leer un poquito, preso de la curiosidad gatuna más insana.
 Por suerte, estaba equivocado. El libro resulta una pequeña joya del género de la aventura histórica. Se arriesga a ser novedoso en una temática tan sobada. Es una de romanos, sí, pero sin emperadores y sus intrigas, ni legionarios marines defensores de la justicia, ni patricios con neuras de burgués, ni detectives trasplantados de una novela negra actual.  El personaje y la mayoría de los personajes son buscavidas o gente normal que intenta sobrevivir en una Roma en plena revuelta popular en tiempos de Tiberio. Una de tantas, violentas y brutales, que sufrió la ciudad y apenas se mencionan en los textos. En este caso, por un motivo muy de actualidad: una crisis económica surgida de un boom inmobiliario. No sé si les suena. 
 A través de las aventuras de Longo se puede vivir el miedo y el absurdo cruel de una ciudad donde durante unos días no impera ya el mediocre orden, pero orden, de la sociedad romana, sino solo el poder del más fuerte y el odio del que ya no le importa nada. 
 Nuestro protagonista escapará por los tejados de Roma, por sus callejones, a través de sus edificios; vivirá un sin fin de aventuras por la capital del imperio y se encontrará con variopintos personajes, desde mendigos a mafiosos de la peor calaña. No voy a decir el motivo, eso es cosa suya descubrirlo.  
La ambientación histórica es ejemplar, así como el conocimiento, a nivel arqueólogico, de la Roma urbana menos famosa. En eso, Santamaría supera a muchos que se las dan de escritores de novela histórica y no pasan de los lugares tópicos. 
 Se echa de menos un mapa de la ciudad, necesario para seguir las aventuras de Longo, pero es un problema achacable al editor. 
 Lo que es imperdonable es que no aparezca un gato entre los protagonistas principales, pero nadie es perfecto.

Por cierto, es el principio de una serie de novelas con el mismo protagonista. Así que Longo pretende seguir dando su peculiar guerra de supervivencia en la Roma imperial y convertirse en otro personaje inolvidable de la novela histórica. Mimbres tiene para ello.
 Si el autor le añade un gato de compañía ya sería un éxito seguro. 
  

   

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