lunes, 26 de octubre de 2015

Marte Verde y Marte Azul



 Pues aquí me hallo, alejado del bullicio estival y ya sumergido en el otoño, siempre gris, que abunda por estos lares norteños. Mi amo a lo suyo, escribiendo paridas y jugando a chorradas. Yo a lo mío, que es pasar el tiempo como un felino malcriado. Por desgracia, el veterinario me ha prohibido tomar atún, porque me producía piedras en el riñón y un dolor que me tumbaba de lado cada vez que iba a mear en mi querida caja de arena.
  La madre que parió a ese hijo de matasanos... no comprende que el dolor es siempre soportable si el atún es la meta. He mejorado en salud, cierto, mear ya no es una odisea, pero mi ánimo y orgullo están bajo mínimos. Vivir sin atún es un sinvivir, una monotonía de galletas de gato y trocitos de york. Un infierno de raciones plebeyas. Odio a mis riñones.  
 Bueno, no les voy a amargar la vida con mis insufribles desventuras. Como ando en recuperación, decidí volver a la lectura sesuda.
 Hace meses me leí una  novela sobre Marte con mucha fama en el mundillo de la Cifi. Un clásico. Sin embargo, me costó leerla. 
 Pero decidí darle una oportunidad a los otros dos libros de la trilogía. Si muchos dicen que está bien, es que algo debe tener en su conjunto.
  Quizá fui demasiado optimista con la valoración que los humanos dan a sus obras. Las trilogías que empiezan aburriendo un poco en su primer episodio, suelen seguir la misma trayectoria en los siguientes. En algunos casos, como en este, in crescendo.
 Quizá muchos seguidores de Stanley Robinson me quieran tirar piedras. No, quizá no, seguro. Aparte de muchos gurús de la Cifi mundial. Me parece bien, están en su derecho a expresarse lapidariamente. Si hay algo que sabe un gato, es esquivar piedras.  
 Yo insisto. Será porque soy felino y además me han prohibido el atún, pero no entiendo el éxito de esta trilogía. Admito que la descripción y transformación de Marte en un planeta cada vez más terráqueo es interesante, pero que su economía acabe siendo una cooperativa de Mondragón a escala planetaria me parece risible. Aunque Marte pase por varias guerras, el resultado me parece demasiado optimista con la condición humana. No es que no me parezca bien, es que no me lo creo. Por no decir que, socialmente, los marcianos se vuelvan fanáticos del flower power y el amor libre. Veo mucho deseo inconfeso del autor y poca realidad en esta evolución.   
   Por otra parte, es una trilogía que peca de larga. Hay partes de evidente relleno. Y otras que pretenden una profundidad, como la dedicada a los problemas de envejecer durante cientos de años, que no pasa de primer curso de Filosofía. 
   Tampoco los personajes me son atractivos. No me engancho con ninguno. 
En fin, tiempo perdido. Solo me han gustado las descripciones y efectos del Marte transformado en una nueva Tierra y el proceso de colonización de las lunas de los planetas gaseosos. Pero no vale por todo el resto. Ni de coña.
 Serán las piedras del riñón.   

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