martes, 7 de febrero de 2017

Sobre átomos en verso


  En estos días de lluvia habitual, me encanta ver como los humanos se mojan por la calle, mientras los gatos caseros disfrutan de la visión desde detrás de las ventanas, amodorrados por la calefacción. Estampa que me ha recordado los versos del epicúreo Lucrecio, sobre el alivio que provoca ver un naufragio desde la costa en un día de tormenta. ¡Qué puñetero el Lucrecio en sus comparaciones!
 Estos eslabones en la cadena de pensamiento me han conducido hasta un libro, que hasta ahora no había comentado, pero que resulta muy recomendable en los tiempos modernos.

 "El Giro", de Greenblatt, es un ensayo sobre la transmisión de una obra, más bien una filosofía,  a través de los siglos, y a la vez una biografía de un personaje singular, con el que el autor nos introduce en la época en que descubrir obras perdidas era casi un deporte: Poggio Bracciolini.
 Este florentino de buena letra y excelente latín, que llegó en la primera mitad del siglo XV a ser secretario de varios Papas, y en su vejez recibió el premio de canciller de su ciudad natal, sirve a Greenblatt como modelo del grupo de humanistas italianos, viajeros atrevidos, embaucadores de monjes bibliotecarios, aduladores de abades taciturnos y hasta ladrones veloces, que realizaron una búsqueda aventurera de obras perdidas de la Antigüedad por los monasterios aislados, ya perdidos en el tiempo, de finales de la Edad Media.

 Porque el finolis y pedante Bracciolini, que tanto escribía sesudos comentarios sobre el estilo de Cicerón como escribía un libro de chistes en latín,  no se rajaba a la hora de cabalgar hasta remotos monasterios de la Alemania rural o Suiza, a la caza de manuscritos de obras que se consideraban perdidas. La descripción que Greenblatt hace de la época en los primeros capítulos del libro, usando la figura de Bracciolini cabalgando a través de los caminos alemanes, para mostrarnos su sociedad y creencias, es una lección de Historia magistral e imborrable.
 En estos viajes de inspiración casi romántica, Bracciolini consiguió recuperar a Quintiliano, Ammiano Marcelino, Vegecio, Vitrubio, varios discursos de Cicerón, las Silvae de Estacio y, en un remoto monasterio germano, la obra sobre la cual pivota el libro de Greenblatt: "De Rerum Natura" de Lucrecio.

  Cuando la encontró, en 1417, el experto latinista Bracciolini se dio cuenta de su valor literario, pero también se sorprendió de su existencia, porque la supervivencia de una obra tan contraria a los ideales del cristianismo, puramente epicúrea, era casi un milagro. Bracciolini, la copió y se la envió a un amigo florentino, pero avisando de que debía estar a buen recaudo. Durante casi dos décadas estuvo solo al alcance de un grupo minoritario de amigos. Luego, con un Renacimiento ya triunfante en Florencia, se publicó para pasmo de muchos. Pronto la Iglesia tomo cartas en el asunto, contra un libro "de atomismo ateo." Pero ya eran otros tiempos, y el libro prohibido tendría una nueva y boyante vida en los siglos venideros gracias a ese invento diabólico llamado imprenta. Es el giro en la historia.

   Versos criticados o amados, la segunda parte del libro es un resumen de la gente que sería influenciada por el descubrimiento de la obra de Lucrecio: el terco y fantasioso Giordano Bruno, que los adoraba y lo llevarían a la hoguera; el prudente Montaigne, que tenía un ejemplar con comentarios de su mano; Galileo, que nunca lo cita, pero que en sus escritos parece tener siempre en mente el atomismo; Bacon, los ilustrados del XVIII, Marx... y hasta ahora. Un montón de personajes, devotos o críticos con la obra de Lucrecio, pero que señalan la influencia de este autor en la formación del pensamiento moderno.

Pero Greenblatt también habla de la época en qué surgió la obra Lucrecio, de Epicuro, de las bibliotecas antiguas y de los manuscritos de la Villa de los Papiros de Pompeya, llena de obras sobre el epicureísmo. Incluso fantasea sobre la posibilidad de que Lucrecio visitase la villa y recitase su obra en sus jardines.
 No se deja nada en el tintero. Es una obra pormenorizada, amena y combativa sobre la importancia de la libertad de pensamiento y un homenaje a sus defensores.

No creo que la lean muchos humanos, la mayoría prefiere la seguridad de los dogmas, que no te obligan a pensar mucho y te lo explican todo.

 Y luego a los gatos nos llaman vagos.    

1 comentario:

  1. Muchas gracias por la recomendación... febrero ya tiene libro que caerá seguro en las zarpas, digo, dedos de este ser... :)

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